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La solución para el desánimo



¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. (Salmo 42:5 y 11)


Cuenta la leyenda que el Diablo decidió retirarse de sus actividades y puso en venta todas sus herramientas, mostrándolas todas en una exposición por si alguien deseaba comprarlas, y con una etiqueta indicando en cada una el precio que pedía por ella. Allí estaban la mentira, la lujuria, la malicia, el odio, la envidia, los celos, la sensualidad, el engaño —entre otras—. En sitio destacado, había una con un precio altísimo, casi prohibitivo. 

—¿Qué herramienta es esta tan valiosa? —preguntó un caballero. 

—El desaliento —le contestó el Diablo. 

—¿Y el desaliento vale tanto? 

—Ya lo creo, es la herramienta más útil que tengo, con ella se puede dañar y destruir a una persona en circunstancias en las que cualquier otra herramienta fracasaría en el intento. Cuando el desaliento penetra dentro de un ser humano, lo debilita de tal forma que vencer sus defensas es cosa de coser y cantar.


Como creyentes, nos vemos expuestos muchas veces al desánimo debido a diferentes causas, muchas de las cuales son parte de la estrategia de nuestro enemigo, el diablo, para hacernos tropezar. ¿Pero cuál es la raíz o el origen de todos nuestros desánimos? El origen del desánimo se encuentra en lo que miramos con nuestros ojos y corazones, esto es, nuestra circunstancia actual, la cual no nos agrada, en vez de mirar al evangelio como la declaración eterna de quiénes somos y lo que tenemos en Cristo. De ahí que se nos diga: «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Colosenses 3:2).


Entonces, ¿cuál es el remedio para el desánimo? Su Palabra nos da la siguiente solución: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!» (Filipenses 4:4). Cuando dejamos de buscar la fuente de nuestro ánimo en lo que nos rodea, para darle paso a Cristo como la verdadera fuente de nuestro gozo, todo desánimo desaparecerá, esa es la solución. El Señor Jesús debe ser la fuente de todo nuestro contentamiento y gozo. 


Es cierto que podemos pasar por muchas situaciones difíciles, pero si estamos mirando a nuestro Salvador, el desánimo no nos podrá afectar, puesto que no estaremos basando nuestra felicidad en lo que nos rodea, sino en aquel que mora en los cielos.

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