Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor. (Efesios 6:4)
¿Qué cualidad admirable tienen en común los titíes, los siamang, los hipocampos y las jacanas? Aquí hay algunas pistas: Los titíes son un tipo de monos. Los siamang son un tipo de primate. Los hipocampos, conocidos más comúnmente como caballito de mar, que no son caballos. Y las jacanas, que son pequeñas aves zancudas que viven en áreas tropicales y que algunas veces se les llama «trotadoras de los lirios», porque sus largas patas les permiten caminar por el agua sobre las hojas flotantes de los lirios de agua.
Lo que todos estos animales tienen en común es que es el macho el que cuida a las crías. Me gustaría que se pudiera decir lo mismo de todos los papás cristianos sobre el cuidado espiritual de sus hijos. Los varones que son padres tienen una maravillosa oportunidad de alentar, advertir, enseñar, aconsejar y dar el ejemplo de lo que es la vida cristiana en sus hogares. Pero tristemente, muchos hombres se desligan de esa responsabilidad, haciendo que todo el peso de la crianza recaiga sobre sus esposas. Pero la Palabra de Dios nos enseña otra cosa.
El apóstol Pablo les dijo a los efesios, en el versículo del encabezado, que los padres deben criar a sus hijos en «en disciplina y amonestación del Señor». Si miramos la palabra «padre» de este pasaje, en el original griego, encontramos que es patḗr, palabra que significa: un padre, progenitor, ancestro, mentor o modelo; generalmente habla de los hombres, y en un sentido especial lo hace de Dios. Por tanto, el varón no se puede desligar de la crianza de sus hijos. En su Palabra, Dios lo deja muy en claro, pues dice:
Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre. (Proverbios 6:20)
Ambos, padre y madre, tienen la responsabilidad de la crianza de sus hijos. Entonces, un varón creyente, que es padre, no puede desentenderse de la crianza de sus hijos, puesto que Dios lo ha dejado claramente estipulado en su Palabra.
Comentarios