Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve. (Apocalipsis 1:14)
En la sociedad occidental, a medida que vamos envejeciendo, por lo general, buscamos ocultar las canas, porque nos hace ver viejos a los ojos del mundo. Pero resulta que la palabra de Dios dice lo siguiente: «La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la honra de los ancianos, sus canas» (Proverbios 20:29) A los ojos de Dios, las canas son algo honroso, y no algo «horroroso» como el mundo lo presenta. Ahora bien, conforme a 1 Juan 5:19, sabemos que el mundo está bajo Satanás, lo cual significa que este sistema mundano es dominado por el diablo. Y es precisamente en este sistema que tener canas es algo malo. No obstante, la Palabra de Dios nos dice: «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados» (Efesios 5.1). Entonces, ¿por qué nos empeñamos en hacer lo contrario?
Dios es el Anciano de días (Daniel 7:22) y como tal, tiene sus cabellos blancos como nieve; por lo tanto, ¿por qué seguimos la corriente de este mundo haciendo todo lo contrario? Porque recordemos que Dios nos dice en 1 Juan 2:15–16: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo».
Además de lo anterior, recordemos que Dios en su Palabra nos manda a no conformarnos a este siglo, es decir, al tiempo actual (Romanos 12:2). Por cierto, este conformar no es quedarse conforme, sino que el sentido bíblico del verbo conformar es el de llegar a ser o convertirse en similar a. Entonces, ¿qué pensamos de las canas? ¿Las seguiremos rechazando o las aceptaremos? Pero más importante aún es que si seguiremos la corriente de este mundo o imitaremos a Dios.
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