El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte. Por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores. (Romanos 5:12 y 19)
Philip Bailey, un poeta del siglo diecinueve, dijo: «El primero y peor de todos los fraudes es engañarse a uno mismo. Todo pecado es fácil después de eso». La Biblia nos muestra lo que es el pecado y lo denuncia claramente. Algunos dicen que Dios describe a la humanidad de una manera sombría y triste en la Biblia. Sin embargo, como Dios no miente (Números 23:19), nos muestra lo que realmente somos y de lo que somos capaces de hacer debido a la maldad que mora dentro nuestro.
¿Por qué hace esto Dios? Porque quiere que tomemos conciencia de nuestra ruina espiritual, para que así acudamos a Cristo. Es por esto que los relatos bíblicos no ocultan ninguna de las faltas que cometieron aquellos hombres y mujeres de la antigüedad. Dios quiere que reconozcamos lo que somos, tal como lo hacía el salmista, al decir: «He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre» (Salmos 51:5); para que de esta forma le busquemos, con tal de ser limpiados de dicha maldad.
El revolucionario francés Jean-Jacques Rousseau (1712–1778), dijo: «el hombre es bueno por naturaleza, pero lo corrompe la sociedad». Nada más lejos de la verdad, puesto que Dios dice: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre» (Marcos 7:21–23). Para que nos demos cuenta de que no es la sociedad la que corrompe al ser humano, Adán y Eva vivían en un entorno perfecto, sin pecado alguno, y de todas formas pecaron contra Dios. Es por eso que su Palabra nos dice: «Ciertamente, no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque» (Eclesiastés 7:20).
Querido amigo, Dios desea que reconozca su pecado, se arrepienta del mismo, y venga a Cristo en busca de salvación para su alma. No importa lo que haya hecho, ni cuántos pecados haya cometido en su vida, lo que Él desea es perdonarle y librarlo de la condenación eterna. Escuche la voz de Dios que le dice: «Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más» (Isaías 45:22).
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