Versión en video: https://youtu.be/N0QMt-_otjQ
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 8:38–39)
La vida está llena de incertidumbres. En ocasiones, enfrentamos problemas tan grandes que sentimos que estamos solos, que el amor de Dios está lejos, o que tal vez hemos sido abandonados. Sin embargo, el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, nos da una verdad poderosa: nada puede separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús.
Este amor no es pasajero ni condicional, es decir, no depende de nuestras circunstancias, de nuestras emociones ni de nuestras fallas, sino que es un amor eterno, perfecto y constante, sustentado en la obra redentora del Señor Jesucristo en la cruz del Calvario.
Cuando el apóstol dice: “ni la muerte ni la vida”, nos recuerda que incluso la realidad más temida por muchos, esto es, la muerte, no puede alejarnos del amor de Dios. Al contrario, para el creyente, la muerte es simplemente el paso para estar eternamente en su presencia, pues para nosotros la muerte ya ha perdido su aguijón. De igual manera, las pruebas de la vida no tienen el poder de romper este vínculo inquebrantable.
Y cuando menciona “ni ángeles, ni principados, ni potestades”, Pablo está afirmando que no hay fuerza espiritual, por más poderosa que sea, que pueda interponerse entre nosotros y nuestro Padre celestial. Satanás puede intentar desanimarnos o acusarnos, pero el amor de Dios siempre triunfa sobre cualquier ataque del enemigo. Finalmente, se nos dice: “ni lo presente ni lo por venir”. Esto significa que no importa lo que estemos enfrentando hoy o lo que el futuro traiga mañana, el amor de Dios sigue siendo constante y fiel. Su amor es un refugio seguro, una roca en la cual podemos descansar.
Por tanto, en los momentos de duda o dificultad, recordemos esta promesa. El amor de Dios no está basado en lo que hacemos o dejamos de hacer, sino en quién es Él: un Dios fiel y lleno de gracia. Pase lo que pase, Él nos sostiene, nos guía y nunca nos abandonará.
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