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Nada nos puede separar del amor de Cristo



¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (Romanos 8:35)

 

Se estaba haciendo tarde, y el oficial soviético había golpeado y torturado a Paulus durante muchas horas. Entonces, dijo:

—No vamos a torturarte más, —Sonriendo cruelmente cuando el cristiano levantó la vista. —Te enviaremos en su lugar a Siberia, donde la nieve nunca se derrite. Es un lugar de gran sufrimiento, tú y tu familia, encajarán bien.

Paulus, en vez de estar deprimido, sonrió, y dijo:

—La tierra entera pertenece a mi Padre, capitán. Dondequiera que me envíes estaré en la tierra de mi padre.

—Te quitaremos todo lo que tienes, —dijo mientras lo miraba fijamente.

—Necesitarás una escalera alta, capitán, porque mis tesoros están guardados en el cielo. Paulus todavía llevaba una hermosa sonrisa.

—Vamos a poner una bala entre los ojos, —Gritó el capitán, ahora enojado.

—Si me quitas la vida en este mundo, mi vida real de alegría y belleza comenzará. No tengo miedo de ser asesinado.


El capitán agarró a Paulus por su camisa andrajosa y le gritó en la cara: 

—¡No te mataremos! ¡Los mantendremos encerrados en una celda y nadie los verá!

—Usted no puede hacer eso, capitán, —dijo Paulus, todavía sonriendo. —Tengo un amigo que puede pasar a través de puertas cerradas y barras de hierro. Nadie puede separarme del amor de Cristo.


Mis hermanos, a pesar de un futuro incierto, podemos estar seguros de una cosa: Cristo lo enfrentará con nosotros. Ya sea que estemos pasando por un juicio privado o un duelo público, nunca estamos solos. Solamente el Señor Jesús tiene la capacidad de pasar a través de las «barras de hierro» en nuestros corazones que sufren y compartir estos tiempos difíciles. Por tanto, como creyentes, podemos sonreír sabiendo que tenemos un amigo del que nunca podremos separarnos.


Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 8:38–39)

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