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No nos cansemos de predicar




Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. (2 Timoteo 4:2)


Todos aquellos que les hemos predicado a nuestros seres queridos hemos experimentado el dolor cuando se niegan a recibir el regalo de la Salvación. Este dolor es especialmente intenso entre los que abiertamente rechazan al Señor y nos piden que no les volvamos a predicar nunca más. A veces pareciera como si el mismo Satanás se estuviera riendo en nuestra cara al demostrarnos cómo hace y deshace con las almas de estas personas.


Sin embargo, este dolor no debe detenernos, ni tampoco desanimarnos, sino que debe motivarnos aún más, esto debe llevarnos a doblar más nuestras rodillas, porque tal como dice su Palabra: «Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios» (Hebreos 13:16). La predicación del evangelio santo, debe ser una prioridad en nuestras vidas, y una parte muy importante de nuestras oraciones diarias por las almas perdidas. 


Cuando el Señor estuvo entre nosotros nos mostró la importancia de orar para que el evangelio sea predicado y de cómo debemos pedir por más obreros para que trabajen en la mies (Mateo 9:38 y Lucas 10:2). Él nos enseñó que tras rendir alabanzas al Padre, debíamos pedir para que su reino se acercara a la tierra: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10).


Así como para el Señor fue una prioridad constante cuando estuvo en la tierra, del mismo modo debe se para nosotros. Cuando el Señor comenzó su ministerio en la región de Galilea, conforme al evangelista Marcos, lo primero que dijo el Señor a comenzar su ministerio, fue: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio» (Marcos 1:15).


Así que hermanos, que no nos desanime la dureza del corazón de aquellos a quienes les predicamos, especialmente aquellos a quienes amamos. Debemos seguir adelante, no obstante, si nos es una pesada carga, ver los corazones duros de nuestros seres queridos, no olvidemos lo que nos dice su Palabra: «Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo» (Salmos 55:22).

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