No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a Él santificad; sea Él vuestro temor, y Él sea vuestro miedo. (Isaías 8:12–13)
En este pasaje, Dios le habla a su pueblo a través del profeta Isaías en un tiempo de crisis. Las naciones a su alrededor conspiraban, y el pueblo estaba atemorizado por las amenazas externas. Pero en lugar de dejarse llevar por el pánico colectivo, Dios les exhorta a mantener su confianza en Él. Les recuerda que no deben temer lo que el mundo teme, ni preocuparse por las mismas cosas, porque su temor y reverencia deben estar dirigidos únicamente a Dios.
Este mensaje es relevante para nosotros hoy. Vivimos en tiempos donde las crisis, incertidumbres, y teorías de conspiración están a la orden del día. Es fácil dejarse arrastrar por el miedo que el mundo promueve: miedo a la escasez, miedo al futuro, miedo a la guerra, miedo a lo desconocido. Sin embargo, Dios nos llama a una vida diferente. No estamos llamados a temer lo que el mundo teme, sino a confiar en el Señor, quien tiene el control soberano sobre todas las cosas.
El verdadero temor que debemos tener es el temor a Dios, que no es miedo en el sentido de terror, sino reverencia y respeto profundo hacia su autoridad y santidad. Cuando santificamos a Dios en nuestros corazones, reconociéndolo como el Señor de nuestras vidas, el temor humano pierde su poder sobre nosotros. Dios es nuestro refugio, nuestra roca firme en medio de cualquier tormenta (Salmos 46).
Por tanto, el Señor, nos invita a dejar nuestros miedos y ansiedades ante su trono; no dejándonos llevar por el pánico que el mundo siembra, ni preocupándonos por lo que la sociedad teme. En lugar de eso, como sus hijos, debemos temer y reverenciarle a Él, porque Él es quien sostiene todas las cosas en su poder (Hebreos 1:3).
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