Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. (Colosenses 3:2)
Guillermo Budé, el célebre filólogo francés, estaba un día enfrascado en su trabajo cuando de pronto entró en la habitación su criado gritando:
—¡Señor! ¡Está ardiendo la casa! Budé, malhumorado y sin dejar su trabajo, le replicó:
—¿La casa? Los problemas de la casa cuéntaselos a mi esposa, yo solo me ocupo de mi trabajo.
A veces estamos tan enfrascados en nuestros problemas humanos que somos incapaces de ver las realidades espirituales. Es cierto que este mundo nos oprime, los trabajos son cada día más demandantes. La inseguridad en las calles, la maldad que aumenta cada vez más nos oprime. Estas cosas buscan ocupar nuestras mentes para que nos despreocupemos de las cosas espirituales. Eso sin mencionar a las redes sociales, las que son verdaderos «vampiros» de nuestra atención y tiempo.
Mis hermanos, el maligno, busca que estemos tan ocupados —o tan ociosos— que, al igual que aquel filólogo francés, nos enfrasquemos tanto en lo de este mundo y esta vida, que olvidemos lo verdaderamente importante. La idea de él es que no miremos con la perspectiva celestial y eterna, esto es, que solo pensemos en las cosas de este mundo, dejando de lado lo eterno. De ahí que en su Palabra se nos diga lo que encontramos en el versículo del encabezado: «Poned la mira en las cosas de arriba». ¿Por qué debemos hacer algo así? El versículo siguiente a este nos da la respuesta:
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (Colosenses 3:3)
Creo que esta es la mayor razón de mirar las cosas de este mundo, no nos consideramos como muertos para este mundo. Pidamos a Dios que nos ayude a morir cada día, para que así nuestra mirada esté puesta siempre en lo alto, donde nuestro Señor está.
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