Porque tienes necesidad de paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. (Hebreos 10:36)
La perseverancia —en la fe— es una virtud indispensable en nuestra vida cristiana, pues es una muestra de nuestra fidelidad a Dios a pesar de los desafíos, las pruebas y los tiempos de espera. Vivimos en un mundo que promueve la satisfacción inmediata y donde se huye del sufrimiento. Pero la Palabra de Dios nos llama a algo diferente: a perseverar, a seguir firmes y constantes, aferrándonos a las promesas de nuestro Señor.
La perseverancia está muy ligada a lo que decía ayer sobre la fe, fe que significa confiar en Dios incluso cuando no vemos respuestas inmediatas, y recordar que sus tiempos no son como los nuestros. Es recordar que estamos en una carrera espiritual, no una carrera corta, sino una maratón que requiere resistencia. La perseverancia nace de la confianza en el carácter de Dios, en su bondad y su fidelidad. No se basa en nuestras fuerzas o en nuestro ánimo, sino en la convicción de que Él es fiel para cumplir cada una de Sus promesas.
El apóstol Pablo nos enseña en 2 Corintios 4:16–18 que, aunque nuestro «hombre exterior se va desgastando», no obstante, «hombre interior se renueva de día en día». Perseveramos porque tenemos una esperanza eterna, una gloria que supera cualquier aflicción momentánea. Este es el enfoque que debemos mantener: no en las circunstancias que vemos, sino en la obra que Dios está realizando en nosotros y en la recompensa futura que Él nos ha prometido.
Asimismo, debemos perseverar en la fe para poder mantenernos firmes y avanzando en la carrera espiritual que tenemos por delante (Hebreos 12:1). Cuando hacemos las cosas de manera constante (leer la Palabra, orar, congregarnos, etc.) estamos perseverando, mientras que si las hacemos de manera espontánea, nunca podremos perseverar y gozar de todas las bondades que Dios desea que disfrutemos.
Lo hermoso de todo esto, es que podemos reconocer que muchas veces tenemos una fe débil y que nos falta perseverancia, y pedirle ayuda a Dios para mantenernos firmes, confiando en sus tiempos, recordando sus promesas en momentos de prueba. Que su Espíritu Santo nos fortalezca, nos dé paciencia y nos enseñe a caminar fielmente junto a Él cada día, para que nuestras vidas sean un reflejo de su poder y de su fidelidad.
Comentarios