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¿Qué es ser un verdadero discípulo de Jesús?: Un análisis a la luz de las Escrituras (Primera Parte)

Actualizado: 3 jul 2020


Introducción


Si en este momento, yo le preguntase "¿Es usted un(a) discípulo(a) de Dios?" ¿Cuál sería su respuesta?. Puede que conteste afirmativamente o quizás sienta dudas y no me pueda responder, porque no está 100% seguro de qué significa ser un discípulo conforme a los estándares del Señor Jesús. 


El siguiente artículo -así como su segunda parte- le ayudará a entender cuáles son las características que todos deberíamos tener y qué es lo que espera el Señor Jesús de nosotros cuando buscamos ser verdaderos discípulos de él. 


Definiciones


Comencemos definiendo algunos términos, ya que la Biblia se escribió en un período que abarcó 1500 años. Mientras que los evangelios se terminaron de escribir hace más de 1900 años atrás. Además, fueron escritos en un idioma diferente al español (griego común o koiné). Entonces, comencemos definiendo la palabra discípulo (mathetes), que en su idioma original significa aprendiz, uno que imita a su maestro. En el sentido bíblico, esta palabra significa "Estudiante que se adhiere a (y viaja con) un maestro en una relación pedagógica; utilizado (el término aprendiz) especialmente de los estudiantes de líderes Espirituales". El Señor Jesús se reconoce a sí mismo como nuestro Maestro (didaskalos) en el idioma griego, esta palabra significa: instructor, maestro, doctor. En el sentido bíblico del pasaje (Juan 13:13) significa: "Una persona que instruye a otras al impartir habilidades o conocimientos; probablemente como una ocupación."


Características a la luz de las Escrituras


Si observamos lo que la palabra de Dios nos dice, se pueden extraer varias características de lo que es ser un verdadero discípulo del Señor Jesús, las que veremos a continuación: 

1. El discípulo debe renunciar a todo con tal de seguir a su maestro (Lucas 14:26-35): Esta es la primera y más importante de todas las características de lo que significa ser un genuino discípulo de Jesús. En palabras simples, significa que el maestro debe reinar completamente en nuestros corazones. Aunque nos duela,  debemos renunciar y perder nuestras vidas para ganar a Cristo, tal como decía Pablo (ver Filipenses 3:7-8). En otras palabras, Cristo debe ser lo más importante en la propia vida de uno y la única razón de vivir. Él mismo dijo: 


Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:26) 

La palabra aborrecer en griego es miseo que significa: odiar, detestar. En este versículo vemos los requisitos de nuestro maestro, para poder ser considerados discípulos son el aborrecer a: 


 a) Padre y madre. 

 b) Mujer e hijos.   c) Hermanos y hermanas (familiares sanguíneos).  d) La propia vida de uno. 


Un paréntesis, el sentido bíblico para la palabra vida en este versículo es: La condición de vivir o estado de estar vivo; usado especialmente de la salud, felicidad, exuberancia, energía, vitalidad y similares.


Sumado a lo anterior, el Señor Jesús agrega en Lucas 9:23 tres cosas más para seguirlo apropiadamente:


 a) Negarnos a nosotros mismos. 

 b) Tomar nuestra cruz cada día. 

 c) Seguirle.


La expresión "niéguese a sí mismo" en el original griego es: aparneomai jeauton. El sentido bíblico de esta expresión quiere decir: Negarse o repudiarse y renunciar a sí mismo, descartar todos los intereses y placeres personales.


Sin embargo, cuando miramos en Mateo 10:37-38, el Señor Jesús dice algo más acerca de este tema y es que ¡NO SOMOS DIGNO DE ÉL! Si es que amamos más a:


a) Padre y madre. 

 b) Hijo o hija. 

 c) Y que no tome su cruz y le sigue.


Por eso que es cuando al Señor le preguntan cuál es el principal de los mandamientos, Él responde: 


El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. (Marcos 12:29-30).

En otras palabras, lo que Dios manda es que le amemos con cada fibra de nuestro ser, que no dejemos nada fuera, ya que él debe ser lo más importante en nuestras vidas. 


La actitud de un verdadero discípulo debe ser como lo que Pablo expresa en la carta a los Gálatas, capítulo 2, versículo 20: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.


Cristo debe ser el tesoro de nuestros corazones (Lucas 12:34), para que todo nuestro ser, literalmente, lata al ritmo de Dios; de la misma manera que David tuvo un corazón conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22), así debe describirnos Dios cuando hable de nosotros. 


Por el contrario, no podemos ser como el joven rico (Marcos 10:17-31) que prefirió su fortuna terrenal en vez de la riqueza celestial y eterna con Cristo Jesús.


Y así como dice Pablo en 2 Timoteo 2.4: 

Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.

Nuestro Señor Jesús nos habló en Lucas 9:57-62, que no podemos estar atados o deseando cosas terrenales, si es que le vamos a seguir de todo corazón, ya que:


a. El lugar donde dormir no siempre estará asegurado (verso 58).


b. Si es que nos llama para que le sigamos debemos dejarlo todo, no preocuparnos de finalizar cosas de la vida cotidiana (como enterrar a los padres que vemos en el verso 59).


c. Mirar atrás porque se extraña la vida que se dejó, sin poner atención a lo que está delante.


2. El maestro elige a sus discípulos (Marcos 3:13 y Juan 15:16):


No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca. (Juan 15:16)

Nosotros no lo elegimos a él, al contrario, el Señor nos eligió para hacernos suyos, pero siempre con un propósito: para llevar fruto. Esta elección de nuestro Señor es  como en el tiempo antiguo, cuando un amo escogía a sus esclavos y pagaba un precio por ellos, nuestro Señor pagó con su vida para comprarnos y hacernos libres.

En la epístola a los Romanos 8:29 el Espíritu Santo nos dice lo siguiente:

Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 

Entonces, Dios primero nos conoció, es decir, en un pasado antes de la fundación del mundo (Efesios 1:3) y luego nos predestinó, haciendo referencia que nos conoce desde siempre. Aunque ojo, Dios siempre hace las cosas con un propósito y en este caso, es para que ser hechos conformes a la imagen de su Hijo. Por tanto, podemos decir al igual que a Jeremías (Jeremías 1:5) y al apóstol Pablo (Gálatas 1:15), que todos hemos sido conocidos y apartados desde el vientre de nuestras madres para ser imitadores del Señor Jesús, de quien podemos decir, es el modelo de la obediencia divina y a quien somos llamados a imitar. Sin embargo, cuando pensamos en esto, podemos darnos cuentas de cosas tan maravillosas que Dios no solo nos conoce desde el vientre de nuestras madres, sino que tiene un libro en el cual estaba escrito todo cuanto sería formado:


No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. (Salmos 139:15-16)

3. El discípulo no es más que su maestro (Lucas 6:40): Esto es porque el maestro es quien conoce el oficio, por tanto, él es quién tiene la experiencia en lo que hace. Del mismo modo que un artesano le enseña su oficio a un aprendiz o discípulo, este último aprende a realizar un trabajo de calidad, con la misma dedicación y de la misma forma que su maestro. Para lograr esto, debe pasar tiempo a los pies de su maestro para poder ser perfeccionado; tal cual dice en el versículo de Lucas 6:40 al final: 

mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.

La palabra del griego para perfeccionado en este verso es katartidzo y significa: Completar completamente; aunque el sentido bíblico es: ser apropiado como debería ser, sin deficiencias.

La correcta actitud de un discípulo, hacia su maestro, es la de completa sumisión y humildad; por lo cual, nunca debe tener más alto concepto de sí del que debiera tener (Romanos 12:3). Asimismo, el discípulo debe desarrollar y ejercitar la paciencia, puesto que el alumno no puede decidir por sí mismo cuando está listo o cuando ha completado su aprendizaje (Gálatas 5:22).

Todo discípulo de Jesús, le debe considerar como su único modelo a seguir, su ejemplo a imitar y como aquel que le enseña, para así aplicarlo en todo ámbito de su vida (Juan 13:13). 4. El discípulo debe ser fiel a su maestro (Juan 8:31-32): El discípulo debe mostrar constancia en su andar diario, es decir que no puede tomar y dejar su rol de discípulo cuando quiera, sino que siempre debe tener la actitud de discípulo; en otras palabras, debe haber una perseverancia en las actividades de aprendizaje. Esto se ve perfectamente reflejado en lo que dijo el Señor Jesús: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos" (Juan 8:31). Esta palabra "permaneciereis" en griego es meinete, este verbo viene de la raíz meno que significa: permanecer, continuar, habitar, perseverar, estar presente, persistir, demorarse, contigo. En el sentido bíblico del pasaje significa: Permanecer en alguna cosa, equivalente a permanecer firme, perseverar en.


En lo que encontramos en el evangelio de Juan 6, tras revelar que él (el Señor Jesús) es el Pan de Vida y que es absolutamente obligatorio que todo discípulo coma de su carne y beba de su sangre; muchos de los que lo seguían volvieron atrás y dejaron de seguirle, aludiendo que era muy dura la palabra (Juan 6:60-66). Este punto se relaciona con la primera característica de esta lista. Dependiendo de cuánto amor le tengo a mi maestro, es que tan obediente le seré (Lucas 7:47). Lo importante aquí es dar una respuesta como la de Pedro: 


Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. (Juan 6:68-69).

Como sus discípulos debemos ser siempre de una línea, que nuestro sí sea sí y nuestro no, no (Mateo 5:37). Jamás debemos ser tibios, porque eso implica que seremos vomitados de la boca de Dios (Apocalipsis 3:16), pues le somos aborrecibles y nauseabundos.


Debemos tener siempre presente que el discípulo se nutre de su maestro; pues necesita de su maestro para poder vivir, así como los pámpanos se mantienen con vida gracias a la vid, nosotros no somos nada sin Cristo (Juan 15:4-7). 


"...porque separados de mí nada podéis hacer." (Juan 15:5)

Así que no solo es una simple fidelidad, sino que es una necesidad vital. Así como las células de nuestro cuerpo necesitan oxígeno para poder vivir, nosotros necesitamos de nuestro maestro para mantenernos con vida.


Ya que, si Cristo es la Vida (Juan 14:6) y él nos dio vida cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados (Efesios 2:1) ¿Podremos acaso vivir lejos de él?


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