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¿Qué significa creer?




Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (Romanos 10:9)


Para usted, ¿qué es un cristiano? ¿Alguien que piensa tener la verdad y trata de imponérsela? ¿O una persona cuya actitud cotidiana refleja la dulzura, la bondad, la justicia, como Jesucristo?


La fe cristiana no es la adhesión a dogmas o teorías, sino el hecho de confiar en Dios, quien amó al hombre y lo demostró dando a su Hijo unigénito para salvar a seres perdidos (Juan 3:16). Dios mostró su amor, su gracia y su perdón, mediante la venida de Jesucristo a la tierra, su muerte y su resurrección. Y creer, es reconocer que ese regalo de Dios es para mí, puesto que soy un pecador perdido y debido a mis pecados, estoy alejado de Dios, por tanto, aceptar al Señor Jesús como mi Salvador personal, significa que soy un cristiano.


Muchas personas creen que la fe es conocer y recitar fórmulas u oraciones, pero lo cierto es que a través de esos ritos jamás pueden recibir —de Dios— la realidad de lo que ellas expresan. La fe cristiana es reconocer quién es Jesús para mí, no para otros, tal como lo hizo Pedro cuando dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mateo 16:16).


Cualquier persona puede ser un cristiano, basta con creer lo que el Señor Jesús dijo: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). Creer es abrir la puerta, y Dios es quien hace el resto en nuestro corazón. La Biblia nos dice: «El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna» (Juan 3:36). Y es debido a esto que todo cristiano sabe que tiene la vida eterna, no por sus méritos, ni por su esfuerzo, sino porque ha puesto toda su fe en Cristo Jesús, y lo mejor de todo, es que puede empezar a vivirla y gozar de ella desde ahora. ¿Cree usted esto?


Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. (Romanos 10:10–13)

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