(Jesús dijo:) Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer. (Marcos 6:31)
A principios del verano y de las vacaciones, en los lugares turísticos, cada día se proponen diferentes actividades: recreación, ferias, caminatas nocturnas, diversos espectáculos, etc. Todo está bien organizado para que los días estén llenos de actividades. Las vacaciones están hechas para descansar.
En el versículo del encabezado, vemos cómo el Señor invitó a sus discípulos a descansar cerca de Él, en un lugar aparte. Lejos de la agitación del mundo, de su actividad estresante y de sus diversiones, sabe que el verdadero reposo es el de la conciencia y del corazón, cerca de Jesús. Cuando pasamos tiempo a solas con Él, es un verdadero reposo en este mundo. Nuestro reposo comienza cuando nos convertimos, allí encontramos el reposo de nuestra conciencia, al creer que «la sangre de Jesucristo, su hijo, nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7), puesto que «justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1).
Muchos cristianos han tomado la mala costumbre de «tomarse vacaciones de Dios» cuando están de vacaciones, dejando de orar, leer su Palabra y sobre todo, dejando de congregarse por pasear. Pero esto no debe ser así, ya que si tenemos vacaciones, aprovechémoslas para compartir no solo con nuestra familia, sino también con nuestros hermanos en la fe, especialmente buscándole en intimidad, para así reponer nuestras fuerzas cerca de Aquel que dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28).
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