Así que tengan cuidado de cómo viven. No vivan como necios, sino como sabios. Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos. No actúen sin pensar, más bien procuren entender lo que el Señor quiere que hagan. No se emborrachen con vino, porque eso les arruinará la vida. En cambio, sean llenos del Espíritu Santo, cantando salmos e himnos y canciones espirituales entre ustedes, y haciendo música al Señor en el corazón. Y den gracias por todo a Dios el Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. (Efesios 5:15–20 NTV)
Pedro y los otros tenían mucho sueño, pero cuando estaban despiertos vieron la gloria del Señor y de los dos hombres que estaban con Él en la transfiguración. He pensado muchas veces que los tres discípulos representan a la iglesia de hoy. Se durmieron justamente antes de que la gloria irrumpiera en esa escena. Al parecer nos estamos acercando a la consumación de todo. Parece que la gloria del Hijo del hombre va a ser manifestada y, sin embargo, la esposa está durmiendo en lugar de estar vigilante esperando al esposo.
Lo único que todos tenemos en común todos los seres humanos, además del pecado, es que todos tenemos 24 horas por día. No importa que seamos ricos, pobres, jóvenes, viejos, etc. Aunque la pregunta es: ¿Cómo podemos aprovechar bien el tiempo? Porque pareciera que, al igual que los apóstoles, nos estamos durmiendo, desperdiciando el tiempo. Las ocupaciones de la vida, las distracciones de la tecnología nos mantienen adormecidos con tal de que desperdiciemos el tiempo.
A la gran mayoría de nosotros el tiempo se nos va como agua entre los dedos, y pareciera ser que no lo administramos de la mejor manera, por más que lo intentamos, nada nos resulta, especialmente hoy, donde nuestro celular es una fuente inagotable de distracciones. Pero ¿cómo podemos salir de aquel círculo de desperdicio del tiempo? La respuesta está en saber pedir a Dios. Dice su Palabra: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Salmos 90:12).
Así debemos pedirle a Dios, por sabiduría, para administrar nuestro tiempo sabiamente. No obstante, también debemos poner de nuestra parte en usar bien el tiempo, y no solamente quedarnos en el deseo de usarlo con sabiduría o pensando que Dios hará todo el trabajo por nosotros.
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