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Salmo 139: La omnisciencia y omnipresencia de Dios



Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. (Salmo 139:1–2)


Aquí, David expresa la realidad de que no hay rincón oculto de nuestra mente o corazón que Dios no conozca. Él sabe nuestras acciones, pensamientos, deseos, y aun las intenciones más profundas que a veces ni siquiera nosotros comprendemos. ¿Cómo podemos no sentirnos humildes ante tal conocimiento? Dios no solo ve nuestras buenas obras o actos externos, sino que penetra en las motivaciones y los secretos de nuestro corazón.


¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? (Salmo 139:7)


Este verso subraya la omnipresencia de Dios. No importa dónde estemos, Dios siempre está presente. No podemos escapar de su presencia, ya sea en momentos de alegría, en medio de nuestras batallas espirituales, o cuando intentamos huir de Él debido a nuestro pecado. Para el creyente, esta verdad no es motivo de temor, sino de consuelo. Dios está presente en cada situación, siempre dispuesto a ayudarnos y guiarnos con su amor incondicional.


Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. (Salmo 139:13–14)


Dios no solo nos conoce, sino que Él es nuestro Creador. Nos formó con un propósito desde antes de nuestro nacimiento. Cada detalle de nuestra vida fue diseñado por su soberana mano, y cada circunstancia está bajo su control. Esta verdad debería llenarnos de gratitud y de asombro. Somos obra de sus manos, y nuestras vidas, incluso en los momentos más oscuros, tienen significado y propósito en su plan perfecto.


El Salmo 139 nos invita a rendir nuestras vidas completamente a Dios, confiando en su soberanía y en su cuidado amoroso. Siendo que Él nos conoce tan íntimamente, no hay razón para esconder nada de Él. Podemos presentarnos tal como somos, con nuestras debilidades, pecados y temores, sabiendo que su gracia es suficiente para restaurarnos y guiarnos en el camino correcto.

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