
Versión en video: https://youtu.be/T-IR5WReQcw
Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios; mas el que endurece su corazón caerá en el mal. (Proverbios 28:14)
La sensibilidad espiritual es una característica fundamental en la vida de un creyente. Temblar ante la Palabra de Dios, reconocer su autoridad y vivir en reverencia a Él no es señal de debilidad, sino de sabiduría. Proverbios nos enseña que la verdadera felicidad proviene de un corazón que siempre teme a Dios, que está alerta a su dirección y dispuesto a obedecerle.
El temor de Dios no es un miedo servil, sino una reverencia profunda, un respeto que nos impulsa a vivir conforme a su voluntad. Es reconocer quién es Él y quiénes somos nosotros delante de Él. Temer a Dios es amarlo tanto que no queremos ofenderlo; es confiar en su sabiduría más que en la nuestra; es depender de su guía en cada paso.
¿Por qué esto nos hace bienaventurados? Porque cuando vivimos con un corazón reverente y humilde ante Dios, caminamos en sus caminos y evitamos el peligro del pecado. Nos libramos de las consecuencias amargas de la autosuficiencia y encontramos refugio en la gracia divina. Un corazón que teme a Dios es un corazón que descansa en su protección, que se alegra en su presencia y que experimenta la paz de hacer su voluntad.
En contraste, quien endurece su corazón se aparta de esta bienaventuranza. La autosuficiencia, el orgullo y la indiferencia hacia Dios llevan a la ruina. La dureza del corazón impide recibir corrección, nos ciega ante el peligro y nos deja expuestos a las consecuencias del pecado.
Hoy es un buen momento para examinar nuestra actitud. ¿Tenemos un corazón sensible a la corrección y dirección de Dios, o hemos permitido que el orgullo lo endurezca?
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