Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aun más allá de la muerte. (Salmos 48:14)
Un cristiano, Don Callan, decidió aventurarse y viajar solo a Nepal, pero pronto descubrió que no estaba solo, ya que se encontró con un grupo de misioneros quienes se encontraban en Nepal buscando maneras de ayudar a la gente de esa tierra. Mientras los misioneros se ocupaban de algunos asuntos en Katmandú, Don voló solo a Pokhara para investigar esa hermosa ciudad situada en el corazón de Nepal. No conocía a nadie, no sabía el idioma, solamente tenía el dato de alguien que podía guiarle en aquella ciudad. Se fue todo el camino orando a Dios para que lo guiara, porque nadie sabía que él iba de visita.
Puesto que no conocía la ciudad, escogió un hotel al azar y tomó un taxi en el aeropuerto para ir allá. Cuando llegó, entró al vestíbulo del hotel sintiéndose inseguro de sí mismo. De pronto se dio cuenta de que había un grupo de hombres de pie en el mostrador de la recepción, por lo que Don se les acercó y dijo: «Buscó a Jeevan» ¡Qué sorpresa! Cuando uno de los hombres dijo: «Yo soy Jeevan». Don se sintió muy aliviado y muy agradecido con Dios, porque obviamente Él lo había dirigido para encontrarse con Jeevan.
No siempre vemos la guía de Dios tan claramente, pero en su Palabra se nos asegura una y otra vez que Él siempre dirige nuestras vidas. No porque no veamos por donde vamos, no significa que Dios no lo sepa. Ni tampoco porque no sepamos los detalles de nuestro transitar en este mundo, no significa que Él los desconozca. Mis hermanos, nuestro Dios, lo conoce todo, pues Él es omnisciente, «y su entendimiento no hay quien la alcance» (Isaías 40:28).
Es necesario que aprendamos a confiar en el nuestro Dios. Bien le decía Pablo a los corintios: «porque por fe andamos, no por vista» (2 Corintios 5:7). Así que, al andar por fe en nuestra peregrinación terrenal, podemos confiar plenamente en nuestro Dios, porque Él es nuestro guía y jamás se equivoca, puesto que es perfecto.
Comentarios