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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Sin cera



Como es lanzado el humo, los lanzarás; como se derrite la cera delante del fuego, así perecerán los impíos delante de Dios. Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, y saltarán de alegría. (Salmos 68:2–3)


Según ciertos autores, el vocablo «sincero» procede de dos palabras del idioma latín: sine y cera, que significan «sin cera». Al estudiar la etimología u origen de esta palabra, nos encontramos con que en los tiempos romanos, ciertos escultores sin escrúpulos disimulaban los defectos de sus estatuas de mármol ocultándolos con cera. Detectar este engaño a primera vista era difícil, porque no era visible, salvo si la estatua estaba expuesta al sol. Por eso, los escultores honestos, aseguraban a sus clientes que sus obras de arte eran «sinceras», es decir, sin cera.


El apóstol Pablo habla de la «fe no fingida» de Timoteo (2 Timoteo 1:5), quien se interesa «tan sinceramente» por los filipenses (Filipenses 2:20). Y en 2 Corintios 8:8 invita a los corintios a dar una muestra de «la sinceridad del amor de ellos» al ayudar a los hermanos pobres.


Es necesario que nuestra fe y todas sus manifestaciones puedan soportar la prueba de andar en luz, porque «si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7). No obstante, si el pecado nos sorprende, no lo escondamos «con cera», pues tarde o temprano esta se derretirá. En cambio, como dice en esta misma carta del apóstol Juan:


Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. (1 Juan 1:9–10)


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