Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. (2 Timoteo 2:3–4)
La vida cristiana se compara aquí con la de un soldado en servicio. Ser un soldado implica valentía, sacrificio y disciplina, y Pablo exhorta a Timoteo a enfrentar las pruebas y dificultades como un «buen soldado de Jesucristo». Además, le recuerda que los soldados se ven enfrentados a situaciones difíciles o poco agradables. Lo mismo se aplica para nosotros, ya que, mientras estemos en este mundo, habrá aflicciones (Juan 16:33), pero esto no debe descorazonarnos, sino todo lo contrario, pues esto forma «parte del trabajo».
Asimismo, en este pasaje, se nos recuerda que aquellos que están en el ejército de Dios no deben distraerse con asuntos triviales o sin importancia. Así como un soldado evita enredarse en cuestiones que lo alejen de su misión, nosotros también debemos centrar nuestros esfuerzos en cumplir con el propósito de Dios en nuestras vidas.
Cuando enfocamos nuestra vida en agradar a Cristo, quien es nuestro «general», estamos priorizando su voluntad por encima de nuestros propios deseos y preocupaciones mundanas. Esto implica abandonar ciertas distracciones y estar dispuestos a enfrentar cualquier dificultad que se cruce en nuestro camino por causa del Evangelio. De ahí que el Señor haya dicho: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lucas 9:23).
¿Hay algo que nos esté distrayendo o alejando de nuestra misión como discípulos de Cristo? Pensemos en lo que significa ser un soldado de Cristo: implica disposición para seguirlo en tiempos buenos y en tiempos difíciles, y a través de cada situación. Así que, no permitamos que las preocupaciones de este mundo nos desvíen del llamado de Dios en nuestra vida. Entreguémosle cada preocupación, cada carga, mientras buscamos su fuerza para perseverar, confiando en que Él va con nosotros en cada batalla.
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