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Solo Dios puede cambiar al hombre




¡Miren! No permitan a nadie usar la filosofía humana para ganarse su confianza y tomar control de ustedes. No se dejen engañar por gente que viene con ideas falsas que no significan nada. Esas ideas vienen de los poderes espirituales del mundo y de quien lo maneja, (el diablo) y de las tradiciones de los hombres, pues, no vienen de Cristo. (Colosenses 2:8)


Una joven que estudiaba filosofía, me dijo un día: 

—Esta carrera me abrió los ojos, ahora no creo que Dios exista. Le dije: 

—¿No crees que la naturaleza misma te dice que hay un Creador que hizo todas las cosas (Romanos 1:20–21)? ¿O acaso vas a creer en la teoría de la evolución? 

—Bueno, sé que una fuerza mayor las hizo. 

—¿Dios? 

—No, algo superior que está en el cosmos. 

—¡Dios!

—Ya te dije, ni Dios ni el diablo existen. 

—Es que es el diablo que te cegó el entendimiento (2 Corintios 4:4) por medio de la filosofía y huecas sutilezas. 

—¡Bah! ¡Tú no entiendes!


Qué triste es ver a personas tan ciegas, pues dicen vivir muy felices sin Dios. Sin embargo, no se dan cuenta de que su alma está cada vez más vacía, y con cada día que pasa, el pecado les esclaviza más. Pensadores, filósofos y moralistas desde los tiempos más remotos hasta nuestros días han tratado de mejorar el corazón humano. Pero nada pueden hacer, solo dar un placebo, ya que el hombre es incapaz de cambiar su propia naturaleza. Dice su Palabra: «El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es? Pero yo, el Señor, investigo todos los corazones y examino las intenciones secretas. A todos les doy la debida recompensa, según lo merecen sus acciones» (Jeremías 17:9–10 NTV).


Ni la filosofía, ni la ética o la moral han podido mejorar al hombre, sin importar cuánto se han esforzado por ello. Mucho menos lo ha hecho el conocimiento. Únicamente Dios puede cambiar el corazón del hombre, porque Él es quien da vida nueva. Su Palabra dice: «Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos, y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios» (Ezequiel 11:19–20). Vuélvase a Dios, solo Él puede cambiar su vida.

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