Solo uno es digno, Dios

Versión en video: https://youtu.be/QU4pgcJkKmY

Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. (1 Corintios 3:7)

El corazón humano tiene una tendencia peligrosa: buscar figuras visibles para admirar y exaltar. Desde tiempos antiguos, el pueblo de Dios ha luchado con la tentación de poner su confianza en hombres en lugar de en el Señor. Aunque Dios llama y utiliza siervos para edificar su iglesia, nunca ha sido su propósito que esos instrumentos ocupen el lugar que solo a Él le corresponde.

En algunas congregaciones, tristemente, se ha elevado a pastores, obispos o líderes a niveles casi inalcanzables, como si fueran seres de una naturaleza superior. Pero la Palabra de Dios es clara: todos somos siervos, llamados a servir bajo la autoridad suprema de Cristo. Pablo mismo, uno de los más grandes apóstoles, declaró que él y Apolos eran simplemente colaboradores, simples servidores a través de los cuales otros habían creído, pero que solo Dios merecía la gloria.

Exaltar a un hombre más allá de su condición de siervo es una forma sutil de idolatría. Es robar a Dios el honor que le pertenece. Es también una carga injusta sobre esos líderes, pues no son más que barro en las manos del Alfarero. Reconocer el trabajo de los siervos de Dios es bueno y bíblico; pero idolatrarlos, no lo es. Su Palabra es clara cuando dice:

No a nosotros, oh Señor, no a nosotros sino a tu nombre le corresponde toda la gloria, por tu amor inagotable y tu fidelidad. (Salmos 115:1).

Hoy te invito a examinar tu corazón. ¿Admiras de tal manera a un líder espiritual que tu confianza se ha desplazado de Cristo hacia esa persona? ¿Tu fe se sostiene en la obra del Señor o en la presencia de un líder? Recordemos siempre: no seguimos a hombres, seguimos a Cristo. Los siervos de Dios, por más usados que sean, por más bendecidos que estén siendo en todo lo que hacen para el Señor, siguen siendo vasos de barro que apuntan a la excelencia del tesoro que llevan dentro: el Evangelio de la gloria de Dios.