Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. (Efesios 4:13)
¿Cómo podríamos definir a un cristiano espiritual? Quizás, la mejor definición es la dicha por el apóstol Pablo en Gálatas 2:20, donde dice: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí». Este creyente goza de una relación íntima con Dios, lo cual le hace vivir para la gloria de aquel que lo salvó. Y es aquel que nunca se aleja de Él (Santiago 4:8), ya que, quien le da sentido a su vida es únicamente Dios.
Un cristiano espiritual es aquel que siente hambre y sed de leer y estudiar la Palabra de Dios; aquel que tiene un «rincón secreto» para estar a solas con su Dios en oración, y que cada día anhela pasar tiempo con su Dios (1 Tesalonicenses 5:17). Es el que confía en su Señor y le cuenta sus cosas, sus alegrías y tristezas; asimismo es aquel que descansa en su Salvador, pues confía con todo su corazón (Salmos 55:22); es uno que dirige todos sus pensamientos, sus proyectos, sus logros y fracasos hacia el Cielo, pues su todo es Dios (Salmos 37:5).
Un cristiano espiritual sabe que es frágil, que nada puede hacer por sí mismo (Juan 15:5), puesto que sabe que jamás debe confiar en su carne, sino que debe velar continuamente para no caer en tentación (1 Tesalonicenses 5:6); porque conoce que tiene un enemigo portentoso que anda como león rugiente buscando a quién devorar (1 Pedro 5:8).
Un cristiano espiritual es uno que no teme del hombre, porque ha puesto su confianza en el Creador (Mateo 10:28). Es uno que, con humildad y mansedumbre, soporta con paciencia a otros hermanos, en amor (Efesios 3:2).
Un cristiano espiritual sabe que debe examinar sus pasos continuamente y que además le pide a Dios que examine su corazón día con día para que vea si hay camino de perversidad en él (Salmos 139:23–24). Es aquel que, observando la vida del Señor cuando estuvo en la tierra, busca ser su imitador en todo (Efesios 5:1).
Existen más características, pero la pregunta que debemos hacernos es: y yo, ¿soy un cristiano maduro?
Comments