Versión en video: https://youtu.be/fPu0frp3nvw
Jesús vio a Natanael que se le acercaba y dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. (Juan 1:47–48)
El encuentro entre Jesús y Natanael es un momento único en el Evangelio de Juan. Este breve intercambio revela verdades profundas sobre la omnisciencia del Señor, su capacidad de tocar los corazones y su deseo de acercarse a quienes buscan sinceramente a Dios. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre cómo Dios nos conoce, incluso antes de que nosotros le busquemos, y sobre cómo responde a nuestras dudas con amor y verdad.
El Señor Jesús dijo de Natanael: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño”. Esta declaración no solo destacó el carácter de Natanael, sino que también reveló la mirada penetrante de Cristo. Él ve más allá de las apariencias externas; ve el corazón.
¿Alguna vez ha sentido que nadie comprende completamente sus pensamientos, intenciones o luchas? Este pasaje nos recuerda que el Señor Jesús sí lo hace, pues nos conoce perfectamente. No hay necesidad de esconderse o pretender delante de Él, porque su conocimiento de nosotros no está basado en juicio, sino en amor.
Natanael quedó asombrado cuando Cristo le dijo: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. Este detalle aparentemente sencillo tiene un significado profundo. La higuera era un lugar de descanso, meditación y oración para los judíos. Es posible que Natanael estuviera buscando respuestas o meditando en las Escrituras bajo esa higuera, y el Señor lo vio allí, incluso antes de que Natanael supiera de Él. Esto nos recuerda que Dios nos conoce desde antes de que nosotros le busquemos. Él ve nuestros momentos de incertidumbre, nuestras preguntas, y nuestros anhelos más profundos. Como Natanael, a veces no nos damos cuenta de que Dios ya está obrando en nuestras vidas, preparando el camino para que le encontremos.
Mis hermanos, ¡qué tranquilidad tenemos en Cristo! ¡Qué gozo podemos tener en el Dios que conoce todo de nosotros! Descansemos en nuestro bendito Señor y vivamos en el gozo y la paz que Él nos ofrece.
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