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Tercos, ya no más



Por tanto, sabe que no es por tu justicia que Jehová tu Dios te da esta buena tierra para tomarla; porque pueblo duro de cerviz eres tú. (Deuteronomio 9:6)


En este pasaje, Dios recuerda a Israel que la conquista de la tierra prometida no es el resultado de su justicia o mérito, sino de su fidelidad y misericordia. A pesar de ser un «pueblo duro de cerviz», es decir, obstinado y resistente a la corrección, Dios les otorga su gracia y cumple su pacto con Abraham, Isaac y Jacob.


La «dureza de cerviz» es una descripción gráfica de un corazón que no se inclina fácilmente, como un animal que no quiere someterse al yugo de su amo. En el caso de Israel, su obstinación se manifestó en la idolatría, la murmuración y la falta de fe. ¿Cuántas veces nosotros también hemos resistido la voluntad de Dios, insistiendo en nuestros propios caminos, justificándonos por nuestras obras o logros?


Durante décadas, Dios les mostró cuán serio era para Él el pecado. Y ellos experimentaron en carne propia que Dios es «fuego consumidor» (Deuteronomio 4:24). Él nos llama a recordar que su gracia y bondad no dependen de nuestra justicia, sino de su carácter santo y amoroso. Como bien dice en Salmos 103:10, que Dios «no ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados».


La tozudez nos impide reconocer nuestra necesidad de Dios, y lo urgente de obedecerle. Asimismo, esta porfía nos lleva a confiar en nuestras propias fuerzas, a endurecer nuestros corazones y a resistir el llamado de arrepentimiento y obediencia. No obstante, Dios, en su inmenso amor, es paciente para con nosotros, no tratándonos como debería.


Porque, así como Él no abandonó a Israel, tampoco nos abandona a nosotros. En lugar de desecharnos, Dios usa nuestra debilidad y obstinación para mostrar su poder transformador. Regocijémonos, porque aquel que nos sana de toda nuestra discapacidad espiritual, ha venido en persona a nuestras vidas, esto es, el Señor Jesús.


Si hemos creído en Cristo como nuestro salvador, Dios nos llama a la humildad, al arrepentimiento y a rendirnos a su voluntad. ¿Estamos dispuestos a hacerlo hoy?

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