
Versión en video: https://youtu.be/t3GV0pt6hNk
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)
Vivimos en un mundo que no solo minimiza el pecado, sino que lo normaliza. Lo disfrazan con eufemismos, se “justifica” con argumentos y se normaliza con la cultura. Se habla de errores, de fallas, de “así soy yo”, pero Dios no ve el pecado de esa manera. Para Él, el pecado es una ofensa grave, una transgresión contra su santidad, una rebelión que nos separa de Él.
Dios es perfectamente santo, y su santidad no tolera ni una pizca de pecado. En Habacuc 1:13 leemos: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio”. El problema no es solo lo que hacemos, sino lo que somos por naturaleza: pecadores. Desde Génesis 3, la humanidad ha estado manchada por el pecado, y la justicia divina demanda su castigo. No es algo que podamos tomar a la ligera.
En la cruz, vemos el costo real del pecado. No hubo otra manera de reconciliarnos con Dios que no fuera a través del sacrificio de su Hijo. Cristo sufrió el juicio que nos correspondía, mostrando cuán seria es la maldad ante Dios. No podemos trivializar lo que requirió la sangre del Hijo de Dios para ser limpiado.
Sin embargo, el evangelio nos da esperanza. Romanos 6:23 nos recuerda que aunque el pecado lleva a la muerte, Dios nos ofrece vida eterna en Cristo. Pero esta gracia no debe ser una excusa para tratar el pecado con ligereza. En Romanos 6:1–2 Pablo pregunta: “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera”.
Hoy, reflexionemos sobre nuestra actitud hacia el pecado. ¿Lo vemos como Dios lo ve? ¿Nos duele pecar contra Él? Que el Espíritu Santo nos convenza y nos ayude a vivir en santidad, recordando siempre que fuimos comprados a gran precio.
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