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Un corazón apesadumbrado



Versión en video: https://youtu.be/KhEoML3W6Bc


El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos. (Proverbios 17:22)


Existen personas más sensibles que otras, y lo mismo pasa con cristianos que tienen almas sensibles, corazones que parecen llevar el peso del mundo y se entristecen con facilidad ante las circunstancias difíciles. Si somos uno de esos creyentes quiero que veamos qué dice la Palabra de Dios sobre esto. En esta fragilidad, el Señor Jesús no ve debilidad, sino una oportunidad para mostrar su fuerza en nosotros.


La tristeza en el corazón puede surgir por varias razones. Una es la fragilidad humana ante el pecado y la injusticia. Vivimos en un mundo caído, donde el pecado afecta todo. Incluso el apóstol Pablo, en su humanidad, expresó tristeza por los pecados de su tiempo (Romanos 7:24). Sentir tristeza frente al mal no es malo, sino que es un reflejo de un corazón que anhela la justicia y santidad de Dios.


Otra razón, podrían ser el peso de la vida y sus pruebas. Sí, es cierto que las tribulaciones pueden traer tristeza. David, un hombre conforme al corazón de Dios, clamó en su angustia: «¿Hasta cuándo, oh Jehová, me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?» (Salmos 13:1). No obstante, aun en su tristeza, David dirigía su corazón a Dios.


Asimismo, existen creyentes con una sensibilidad dada por Dios para interceder por otros. Jeremías es conocido como el profeta llorón, porque derramó lágrimas por el pecado de Israel (Jeremías 9:1), y aunque trató de interceder por su pueblo, Dios no lo dejó (Jeremías 7:16–19). Pero he aquí lo hermoso, que nuestro Señor comprende nuestras emociones, porque Él mismo fue «varón de dolores, experimentado en quebranto» (Isaías 53:3). Por tanto, Él sabe lo que es cargar con el dolor y la tristeza. Por eso, podemos acudir a Él con plena confianza. Además, Él promete darnos descanso, ya que dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Esta invitación es un refugio para quienes sienten que el corazón no puede más.


Mis amados hermanos, si nuestros corazones se entristecen con facilidad, no lo veamos como un defecto. Además, el Señor Jesús está cerca de los quebrantados de corazón (Salmos 34:18). Permitamos que Él transforme nuestra lamento en danza (Salmos 30:11), y recordemos que en nuestra debilidad se perfecciona su poder (2 Corintios 12:9). Confiemos en que Él trabaja en nosotros, y que aunque ahora podamos sembrar con lágrimas, cosecharemos con gozo (Salmos 126:5). Mantengámonos firmes, orando, y descansando en su amor eterno.

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