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Una muy buena razón para orar




Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. (Efesios 6:12 y 18)


En nuestra vida cotidiana hay una guerra feroz y sin cuartel, una de la que muchas veces no somos conscientes, porque ocurre en el reino espiritual, el cual no podemos ver. No obstante, no porque no la veamos, no significa que no exista. Y es precisamente por eso que debemos de estar orando los unos por los otros, tal como nos dice el apóstol Pablo. Porque recordemos que además de nuestro adversario, el diablo, tenemos guerra contra el mundo y con nuestra propia carne. Y si no estamos orando, no estamos reconociendo que por nosotros mismos somos incapaces de vencer a estos poderosos enemigos.


Mis hermanos, la autosuficiencia —que básicamente es una forma de soberbia— es una invitación para que nuestros enemigos nos puedan derrotar fácilmente. Pues recordemos las palabras del Señor Jesús: «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:4–5).


Es triste ver como muchos creyentes hoy en día solo «cumplimos» con orar, como si orar fuera una especie de opción para nosotros, y peor aún, existen muchos otros que jamás oran. Cada día necesitamos ser conscientes de nuestra incapacidad y de nuestra profunda necesidad que tenemos de acercarnos continuamente al trono de la gracia con gratitud, rendición, solicitando perdón y para elevar adoración al Rey de reyes y Señor de señores. No olvidando que es en la oración donde dejamos las cargas, y a través de lo cual nos comunicamos con nuestro General, para poder así ganar las batallas que se nos presentan cada día.


Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1 Tesalonicenses 5:17–18)

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