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Unidos en Cristo, reflejando su gloria



Versión en video: https://youtu.be/pug2ItO-Rx8


Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. (Juan 17:21)


En el capítulo 17 de Juan, el Señor Jesús ora al Padre en una intercesión por sus apóstoles y también todos los que creeríamos en Él a lo largo de los siglos. Su petición al Padre fue clara y profunda: que fuéramos uno, así como Él y el Padre son uno. Esto nos deja ver entonces que la unidad de la Iglesia no es un simple acuerdo humano ni una organización estructurada, sino una realidad espiritual basada en nuestra comunión con Dios.


El propósito de esta unidad es que el mundo crea en el Hijo de Dios. Si estamos divididos, si hay contiendas y facciones entre nosotros, estamos negando con nuestros hechos el mensaje del evangelio. Por esta razón no pueden, ni deben haber divisiones entre hermanos. El apóstol Pablo advierte sobre aquellos que causan divisiones en la Iglesia: “Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo” (Tito 3:10).


Nuestro Dios no aprueba la división entre los suyos, sino que nos llama a caminar en amor, humildad y paciencia unos con otros (Efesios 4:2–3). La unidad de la iglesia no significa uniformidad, sino que, en medio de nuestra diversidad, tenemos un mismo Espíritu, un mismo Señor y una misma fe (Efesios 4:5-6). Es en esta unidad donde se refleja la gloria de Jesucristo al mundo.


Mis hermanos, si hay resentimientos, celos, discusiones sin sentido producto de divisiones en nuestro corazón contra nuestros hermanos en la fe, es momento de examinarnos y pedir al Espíritu Santo que nos ayude a vivir en la unidad que el Señor Jesús desea para nosotros, porque solo así seremos verdaderos testigos del amor y la gracia de Dios.


Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (Colosenses 3:12–13)

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