Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová. (Salmos 27.14 RVR60)
Hace unos días recibí el versículo de esta meditación en un mensaje por una red social y no ha podido salir de mi mente. Al meditar en él, vinieron a mi mente varios pensamientos que deseo compartir con ustedes.
Esperar, ¡qué difícil! Algo que a muchos no les gusta (incluyéndome a mí). Pues queremos que todo se haga y pase lo más rápido posible; es que lo peor es que la demora nos preocupa y nos pone inquietos e intranquilos. El salmista, sin embargo, no tiene prisa dadas las circunstancias en las que se encontraba. Él estaba viviendo una situación inusual para todos nosotros: perseguido por sus enemigos (vers. 2 y 3); impedido de entrar en la casa del Señor (vers. 4), separado de su padre y de su madre (vers. 10); y sufriendo difamación (vers. 12). No vemos que se desespere o se deprima por esto, sino que al no poder cambiar este cuadro tan desalentador, hace lo mejor que el ser humano puede hacer, espera en el Señor, es decir, que pone sus esperanzas en Dios.
Otra lección que nos enseña el salmista es este esfuérzate. No solo deposita su fe en Dios, sino que además no se deja abrumar por todas aquellas aflicciones, ni tampoco sale quejándose con los demás de lo mal que lo está pasando; hace todo lo contrario, ya que nos recomienda mantener el buen ánimo. Este mismo consejo le dio David a su hijo Salomón cuando este empezaba a reinar:
Dijo además David a Salomón su hijo: Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová. (1 Crónicas 28.20 RVR60)
También Jesús, en varias ocasiones, enseñó a sus discípulos a tener buen ánimo. Por ejemplo, en medio de la tormenta en alta mar:
Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: Tened ánimo, soy yo; no temáis. (Mateo 14.27 LBLA)
Y hay algo más en nuestra breve meditación: Aliéntese tu corazón. Por ejemplo, cuando nos golpean las aflicciones, cuando las aguas casi nos cubren, debemos buscar la fuerza en la Palabra de Dios. Esto es lo que David hacía a menudo, por ejemplo, cuando dijo: Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino (Salmo 18.32 RVR60). Es que, cuanto más nos alejamos de Cristo, más difícil es escuchar su voz y más fácil es que nos abrumen las circunstancias que nos rodean. Por eso es que su palabra debe estar en nosotros continuamente, y es más, debemos amarla con todo nuestro corazón, cosa que también hizo el salmista: ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. (Salmo 119.97 RVR60). Pues solo entonces tendremos un corazón fortalecido.
Finalmente, el salmista refuerza su pensamiento como si dijera: No hay otro camino, espera al Señor. Entonces, ¿cómo está nuestra paciencia en estos días tan agitados y llenos de incertidumbre? Porque si ya hemos perdido el control, es hora de aplicar “el freno de mano” y seguir los consejos del salmista, pues los resultados serán muy bendecidos. Así que, que nuestra convicción nos lleve a decir:
Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto. (Salmo 27.5 RVR60)
Que así sea.
Nota: El autor del devocional desea permanecer anónimo, pero dio su autorización para ser utilizado en el sitio web.
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