De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. (Juan 12:24)
En el reino de Dios, antes de que algo pueda volverse útil, primero debe ser quebrantado. Porque no puede haber bendición sin esfuerzo, ni cosecha sin arar. Por ejemplo, antes de que se construya la casa, el árbol debe ser derribado. Antes de que el grano maduro pueda cubrir los campos, los suelos deben estar completamente arados y preparados para recibir la semilla. El arado debe haber abierto los surcos con sus dientes afilados, porque de otra forma la semilla no podrá brotar en una tierra endurecida.
El cuerpo de nuestro Señor tuvo que ser azotado, herido y abatido (Isaías 53.4-5). Y para aquellos que somos sus hijos, cada cosa que Dios rompe en nuestras vidas es un claro indicio que nos asegura que Él está haciendo algo útil y necesario; es un anuncio que una parte de nosotros debe morir para poder llevar fruto. Es que para poder usarnos, Dios necesita rompernos. Y más aún, para que podamos brillar en la oscuridad del mundo, necesitamos ser quebrantados. Un excelente ejemplo de esto es lo que se nos relata sobre Gedeón y su ejército de 300 hombres en el libro de Jueces. Fue necesario quebrar los trescientos cántaros para que pudiera brillar la luz de las teas.
Ahora, lo interesante es que los cántaros jugaron un papel importantísimo en esta victoria. Eran simples cántaros hechos de barro con antorchas encendidas dentro. Sin embargo, para que la luz brillara en aquella oscuridad, los cántaros debieron ser rotos, como mencionaba recién. De no haberse hecho así, aquella victoria no habría podido ser posible. En los cántaros no había nada que pudiera hacer una diferencia en aquella batalla, pero sí la luz que llevaban dentro; y si los cántaros estaban intactos, de nada servían, pues no cumplían el propósito para el que eran necesitados. Del mismo modo, el Espíritu Santo que mora dentro nuestro, debe brillar a través de cántaros rotos. Y mientras más grietas tiene un cántaro de barro, más brilla la luz de su interior.
¡Cuánto necesitamos ser quebrantados por Dios para poder ser usados por Él! Pero cuán a menudo nos quejamos y lamentamos de nuestra «triste realidad» y condición actual en la que nos encontramos. Y no nos damos cuenta de que el Señor solo usa los cántaros que están rotos, aquellos que han sido quebrantados por Él; ya que únicamente después de que hemos sido quebrantados podemos ser verdaderamente útiles y brillar como Dios desea.
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