Desde el momento de nacer en este mundo, lo queramos o no, somos moldeados por el sistema satánico del mundo, el cual está lleno de mentira, porque aquel que lo rige es padre de mentira:
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis. (Juan 8.44-45)
No obstante, cuando pasamos de muerte a vida, dejamos de pertenecer a este reino de Satanás y pasamos a pertenecer al reino de Dios:
Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. (Juan 17:11, 16)
Pero ¿cuál es el problema? Que lamentablemente - y muchas veces- nos aferramos al mundo con todo lo que nos ofrece, porque le amamos más que a Dios y no queremos abandonar sus placeres. Aunque claro, en estos días de pandemia, nos hemos visto más limitados de poder participar de actividades y entretenciones que el mundo nos ofrece. Sin embargo, muchos creyentes se han volcado a internet con toda su entretención basura. Por esta razón es que Dios nos amonesta diciendo:
Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, Amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? Selah (Salmos 4.2)
Es triste que para todo lo del mundo nos sobra el tiempo e incluso podemos quedarnos hasta altas horas de la madrugada en el celular; ah, pero para abrir la Palabra de Dios y leerla o para orar, para escuchar un sermón en YouTube o para participar de alguna reunión bíblica (hoy en día online) jamás tenemos ánimo, tiempo o energías. Tantas veces ponemos excusas para no estar en los negocios del Padre (Lucas 2.49).
¿Saben? Una de las peores cosas que he oído de boca de creyentes y que simplemente me descorazona, es cuando se le pregunta a un creyente si lee la Biblia y responden con una liviandad atroz, diciendo: “No, yo no leo la Biblia, es que me da sueño”. Yo me pregunto ¿cómo se supone que van a conocer qué le agrada o desagrada a Dios? ¿Cómo sabrán lo que espera Dios de ellos? ¿Cómo sabrán qué es pecado y qué no? Y peor aún ¿qué van a decir cuando el Señor Jesús les pida cuentas?
Satanás, como buen engañador de las almas que es, siempre nos susurra sus mentiras diciéndonos que no pasa nada si gozamos de este mundo, porque para eso vivimos en él; que no es malo escuchar música del mundo (que por cierto, está hecha para el mundo, no para el pueblo de Dios); que está bien ver las series y películas con mensajes satánicos, cargadas de violencia, llenos de hechicería y ocultismo o con un alto contenido sexual en el cine, la televisión o por streaming en internet. También nos engaña diciendo que no hay problema si vas a una discoteca a bailar, porque con tal eres joven ¿cómo vas a vivir como un viejo siendo joven?, etc. Pero el Señor nos advirtió que en estos tiempos no nos dejáramos engañar (Mateo 24.4). La verdad es que podría seguir mencionando mentiras del diablo, pero lo que quiero es que veamos cuál es la verdad de Dios:
No os conforméis [significa tomar la forma de] a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12.2)
Hermanos, era en otro tiempo que andábamos conforme a nuestros propios deseos siguiendo la corriente de este mundo (Efesios 2.1-3), pero eso ya pasó. Por eso es necesario que ahora nos comportemos como lo que somos, es decir, como hijos de Dios y no como hijos de diablo. Porque solo en Jesús podemos ver la Verdad y seguirla, porque él es la verdad (Juan 14.6). Y es nuestra obligación dejar de lado todo lo de mundo y su podredumbre nos ofrecen. Porque, hermanos, nosotros debemos creerle únicamente a Dios, no a Satanás y sus mentiras. Únicamente en la verdad de Dios es que somos santificados, porque dijo el Señor: Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. (Juan 17.17). Y además, Dios Padre nos escogió en Cristo Jesús con la finalidad ser santos:
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. (Efesios 1.4)
Así, no oigamos más la voz del diablo y vivamos como extranjeros y peregrinos en este mundo (1 Pedro 2.11).
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